Se dice de una situación en que se acelera el
ritmo cardíaco, acompañado de una cierta sensación de mareo y confusión.
A veces, este síndrome del viajero, puede ser
producido por otras causas, como cansancio acumulado con calor intenso,
subidas de tensión, bajadas de azúcar, por ejemplo... Pero si se
descantan situaciones tales, y se da además, que estamos ante una
acumulación de arte y belleza importante, penetrando intensamente por
nuestros ojos, muy posiblemente es el síndrome de Stendhal
Este escritor lo describía en su libro "Nápoles y Florencia: Un
viaje de Milán a Reggio" "..Había llegado a ese punto de emoción en
el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes
y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el
corazón, la vida estaba agotada en mi, andaba con miedo a caerme." Algún
gafasta lo incluirá, describiéndolo ya como tal en el listado de los
síndromes, queriendo acompañar en la gloria a Stendhal.
Yo visité Santa Croce y no tuve ningún
estandalazo. No lo he escrito mal, pero es la aproximación
fonética al término que más oigo. Es como si el castellano pidiera la
"a" en vez de la "e", y como yo no tengo ningún respeto, se la meto y a tomarporculo, que el blog es mío.
La incredulidad me acompañaba respecto de esta
situación, pensaba que: o yo no tenía la sensibilidad suficiente, ya que
he visitado algunos lugares del común dados como bellos, o mi organismo
superior estaba hecho a prueba de estandalazos. Pero he
tenido mi primer estandalazo, en la catedral de León.
Me tuve que volver a sentar y respirar despacio. La hermosura de las
vidrieras, (sin igual a mi parecer, entre las que he visto), muy
armónicas con el conjunto, con un sol ya bajo, pero intenso penetrando
hacia las 7 de la tarde, provocando algunos chorros irisados de color,
acompañado todo ello de una música sacra suave, puede ser el motivo
principal, pues descarté los otros fisiológicos.
Que estés con un
poco de preocupación también, en un estado de felicidad intensa, durante
el estandalazo, que aunque aturde, no quita que puedas
percibir a dos cotorras con una conversación molesta, alta e inicua,
sobre moda y estilo, con unos atuendos muy caros seguramente, pero de
poco gusto, o no sabían llevarlos. La más joven daba pena verla andar
con los taconazos, parecía se fuera a caer, y más de una ocasión apoyaba
la mano libre, en el hombro de la varonil dama que la dejaba reconducir
su paso desde su apoyo con halagos.
Las serendipias de la vida,
entramos a cenar temprano y nos ponen en una mesa, al lado de las dos
cotorras, que cenaban a la carta, yo como vulgar turista que a donde
vaya, toma de lo que viere que haya, y allá había cecina, buena, y a
buen precio, compartí unas raciones.
Saliendo y buscando
la ribera en dirección al hotel, paramos a tomar un helado, cuando allá
que nos rebasan las cotorras, y..
- ¿A que no sabéis de quién es
el coche eléctrico que estaba ahí cargando?
Cuando nos dirigíamos hacia la Catedral, observé
un coche eléctrico cargando. Como siempre desplegué mi cinismo ante las
explicaciones del poste, "carga gratis", a lo que añadí - Y Parking,
pero de gratis nada, lo pagamos los demás - Con lo que empezó la eterna
discusión con mis compañías sobre cambio climático etc. Recuerdo que
sentencié en ese momento: Hay que ser muy de izquierdas, para ver que
están regalando tu dinero a los ricos, y encima defenderlo.
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